Kashgar es otra de las ciudades que hacen a un@ volar la imaginación y remontarse a otra época. Y hay muchas cosas que no han cambiado. Hoy en día sigue siendo punto clave en el comercio entre China y sus vecinos.
Pero además, al igual que sucedía a los antiguos mercaderes, cuando exhaustos de la travesía por los Pamires, se volvían locos al arribar a Kashgar, buscando refugio y descanso, nosotros sentimos la misma atracción hacia el oasis del Taklamakan y hacemos el “pequeño” esfuerzo de pedalear 170kms de una tirada para llegar a sus puertas. Kashgar nos da todo lo que echábamos en falta: ducha, cama y comida.Es sobradamente conocido el férreo control que ejerce el gobierno chino sobre sus más de mil millones de habitantes.
Cualquiera que visite el país puede sentir en sus carnes el exceso de celo de los funcionarios revisando una por una las fotos de la cámara, o buscando desesperadamente libros “prohibidos” (una Lonely Planet con Taiwan separado de China).
Internet no escapa a esta paranoia. Hay cantidad de sitios webs restringidos y entre ellos se encuentra Blogspot. Es por ello que nos ha sido imposible actualizar el blog, debido a que no hay manera de acceder a él desde aquí.
Al llegar a Tashkurgan, nos llegan rumores de que ha habido graves disturbios en Urumqi (Capital de Xinjiang) y en Kashgar. Las cifras de muertos varían desde los
La falta de información es absoluta. Ni internet ni los teléfonos funcionan. Dicen que están suspendidas las líneas de autobuses entre las ciudades. También los aeropuertos han sido clusurados.
Vemos en los informativos de la televisión china imágenes de edificios destrozados y charcos de sangre por las aceras, pero no conseguimos enterarnos de mucho.
Desde que empezamos a pedalear en Egipto, hemos dejado en el camino entre siete y nueve kilos de peso cada uno.
Así que entrar en un país donde llenar el estómago no supone ningún problema ha sido para nosotros como entrar en el paraíso.
Por el módico precio de un euro, salimos satisfechos de cualquiera de los restaurantes locales que abundan en la ciudad. Y se nos salen los ojos de las órbitas cuando en la acera encontramos un vendedor ambulante de sandías y melones.
Cuando vamos hacia el hotel a echar la siesta arrastrándonos como boas que se han comido un elefante adulto, entramos en una tienda y hacemos sitio en el estómago para un heladito.
Hay que reponer fuerzas, ya que en los meses venideros nos espera una larga lista de puertos por escalar en las carreteras de montaña del Himalaya.